24.12.23

Milei. Ante crisis muy graves se requieren soluciones excepcionales

El país se debate entre el DNU sí o el DNU, no. Se parte de una premisa incorrecta. 

La solución se debería adecuar al tamaño, gravedad y tiempo de permanencia del problema que se quiere resolver con las medidas que se dicten.

A muchos argentinos les cuesta tomar conciencia de la profundidad de las dificultades. No estamos frente a inconvenientes pasajeros ni a problemas transitorios. La crisis llega al hueso. Su complejidad mezcla variables sociales y económicas que tienen su génesis en diferentes momentos de nuestra historia reciente. Ni hablar si le agregamos el cambiante laberinto político en el que estamos inmersos. También tenemos causas provocadas en los últimos dos años o en los últimos dos meses. Ese sería el origen de las dificultades a resolver.

El problema no es único. No basta tomar un rumbo y dirigirse hacia él para encaminar la solución. Si lo llevásemos al exclusivo campo de las matemáticas podríamos pensar que mediante la aplicación de una fórmula polinómica encontraríamos la solución. Pero diría que tampoco es suficiente, que el tamaño del problema argentino excede cualquier método único, lo mismo si pensamos en la química, la robótica, o cualquier otra ciencia que emplee alguna formulación compleja. Ni siquiera la más avanzada y mejor inteligencia artificial puede dar respuesta al problema argentino.

Quienes tienen preparación y experiencia en el tratamiento de las dificultades empresariales o que estudiaron las crisis de los países están en condiciones de entender el núcleo del problema con mayor facilidad. El fenómeno crece exponencialmente y se bifurca por caminos diversos.

Si le preguntamos a un amigo en el bar de la esquina seguramente nos diría que la Argentina es un quilombo. Quizá esta sea una síntesis certera, una buena descripción de lo que nos pasa. Ahora bien, cuando trasladamos el tratamiento micro de las empresas, al nivel macro de los países, comenzamos a entender la realidad de lo que nos pasa. Parece ser una buena aproximación. Veamos.

Las empresas que caen en dificultades crecientes o de difícil reversión cuentan con un sistema de tratamiento legal que se denomina de concurso preventivo. Esto ya está reglado y solo basta acogerse al sendero que fija la ley: presentación en concurso preventivo, designación de juez y síndicos, apertura que da inicio al camino, identificación de acreedores, determinación del patrimonio empresarial, propuesta de pago, etc. 

La legislación para las empresas en crisis prevé realizar quitas, esperas y exclusión de intereses a los acreedores, esto es, omitir parte de la deuda y abonarla en forma distendida. En el mientras tanto la empresa afectada debería tomar las decisiones  que les permitan despejar las razones que le desencadenaron la crisis. Las que no adoptan medidas de fondo, siguen adelante pero tarde o temprano aumentarán el tamaño de su problema y caerán en quiebra, lo que significa la desaparición de la empresa previo reparto de los activos remanentes entre los acreedores.

Ahora bien, igual que a los países, las empresas que operan con déficit durante un período de tiempo prolongado caen irremediablemente en dificultades. Es posible trazar un paralelo, dado que con los países ocurre exactamente lo mismo. 

A las empresas que se le acaba el dinero cesarán, no podrán continuar con su actividad. El problema comienza a ser económico, es decir, las pérdidas, ingresos menos costos y gastos, durante un tiempo apreciable generan pronunciados déficit y termina irremediablemente en quiebra, salvo que se reaccione a tiempo.

Los países, en cambio cuando operan con déficit prolongado caen en default y si continúan indefinidamente en ese camino pasan a trasladar su problema a lo población, comenzando por los más vulnerables, que caen en la desocupación, en la pobreza o en la indigencia. Los países no quiebran, las empresas sí. De persistir en ese camino, solo se encuentra profundización de la crisis. La población más afectada emigra o sucumbe comenzando por aquellos que no tienen recursos o no encuentran salida.

Argentina está a tiempo de dar un golpe de timón, cambiar el rumbo y seguir un camino sinuoso y lleno de obstáculos, pero que si se comienza a sincerar sufrirá privaciones o consecuencias inmediatas, hasta que se avizore la costa, la salvación.

Para ello se requiere un período de sacrificios y privaciones, mayores a las actuales, pero es el único camino legítimo. Hablamos de equilibrar el déficit, gastar menos que los ingresos, pasar a tener superávit, lo que permitirá recomponer reservas, retomar las obras de infraestructura y crear las condiciones para el crecimiento continuo. Dejar de ser un país en crisis y pasar a respirar prosperidad con alternativas de futuro. Si ello se alcanza de manera continuada por un período más o menos extenso de tiempo, es posible crecer en tal magnitud que hasta podemos soñar en ser un país de peso en el concierto de las naciones.

Volviendo al inicio, si los aspectos técnicos y legales del DNU Nº 70 que hoy nos demoran y enfrentan, sumados a la implementación de las restantes medidas que se necesitan, son rápidamente superados, comenzaremos a andar el camino hacia la esperada salida.

Estamos todos en el mismo barco, pero hay un solo capitán. Podrán gustarnos o no las medidas que se adopten, convenirnos a nuestros intereses individuales o sectoriales, pero si apoyamos el plan, hay chance de salir adelante, o si en cambio lo obstaculizamos nos hundiremos todos juntos. La solución está en nuestras manos.

Con tan solo una mirada desde lo legal nos equivocaremos. Vivimos tiempos de gravedad económica, social y también política. Vaya si se justifica adoptar medidas excepcionales, como la herramienta legal que nos brinda la Constitución Nacional. Frente a crisis de esta magnitud se requiere tomar decisiones rápidas y acertadas que prometió adoptar el presidente, quien en todo momento nos describió el panorama con crudeza y nos transmite exactamente en dónde estamos parados, nos describe la gravedad de nuestra enfermedad. Ignorar las decisiones, no ver el problema, no acompañarlas podrían poner en peligro la oportunidad única que nos ponen frente a nuestros ojos.

No se trata de preferencias políticas. Si aspiramos a revertir la situación del país debemos darle al presidente una oportunidad a quien asumió la difícil y compleja tarea de actuar como piloto de tormenta.


Por Alfredo Popritkin*


* Presidente de Contadores Forenses ONG, experito Contador Oficial de la CSJN y especialista en sindicatura concursal de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA.




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