La corrupción corporativa está fuera de control por dos razones. En primer lugar, las grandes empresas son multinacionales, mientras que los gobiernos siguen siendo nacionales. Las empresas son tan poderosas económicamente que los gobiernos tienen miedo de enfrentárseles. En segundo lugar, las empresas son las principales financiadoras de las campañas políticas, mientras que los políticos son a menudo copropietarios, o por lo menos beneficiarios silenciosos, de los beneficios empresariales.