por
Alfredo Popritkin
Un juez penal debe buscar la
verdad para lo que aplica las leyes. Además utiliza todo su conocimiento y
experiencia, pero en sentido positivo, para el bien. No se debe dejar influenciar
y actúa con ecuanimidad, independencia y objetividad.
Una semana atrás la Cámara
Federal reprendió por segunda vez a Oyarbide en la causa Schoklender y lo
apartó del caso. Es una de las más duras sanciones que puede recibir un magistrado.
El tribunal no ahorró en adjetivos contra el juez.
Dijo que realizó una
investigación defectuosa desde sus inicios, que hizo un direccionamiento
erróneo de la causa y que perjudicó el descubrimiento de la verdad. Todo lo
contrario a lo que debía cumplir como juez.
Oyarbide manipuló el
expediente para llenarlo de papeles y diligencias inconducentes. Con sus
maniobras de distracción quiso aparentar que investigaba, pero todo iba
dirigido hacia la nulidad, tarde o temprano.
En materia contable, para que
ningún experto lo condicione con un indeseado dictamen concluyente, en forma
adrede dividió el estudio en tres partes, que encargó a policías, a peritos
contadores y al Banco Central. En lugar de unificar, fraccionó, para así asegurarse
un camino hacia "la nada". Qué diferente serían las cosas si esa
picardía su señoría la usara para el bien.
Pero ya unos años atrás, en
la causa que investigaba el presunto enriquecimiento ilícito de los presidentes
Néstor y Cristina Kirchner, Oyarbide actuó mal. En aquella ocasión torció las
evidencias, puso en boca de los peritos contadores lo que ellos nunca
afirmaron. Los expertos señalaron numerosas observaciones que debieron dar
lugar a una ampliación del peritaje. A pesar de ello, el juez forzó la
interpretación, torció la realidad y dictó un meteórico e inapropiado
sobreseimiento. Ese caso ya es materia de estudio de los investigadores de
fraudes, pues contiene una cantidad de irregularidades que no tienen
desperdicio.
La comisión de acusación del
Consejo de la Magistratura analizó el comportamiento del juez. Por su contenido
contable me presenté y rendí testimonio ante los consejeros. Pero entonces, una
mayoría kirchnerista salvó a Oyarbide, quien previamente había salvado a los
Kirchner. Una mano lava la otra.
Lo cierto es que la labor de
la justicia no se encuentra bien representada por este juez, a quien solo lo
sostiene la perversidad de un sistema que por el momento funciona a la
perfección ante la mirada atónita de los ciudadanos.
Nota publicada en el Diario Perfil